sábado, 18 de junio de 2011

¿Quién es Papá?

Cuando somos niños, para la mayoría de  nosotros, Papá simplemente es ese señor que se marcha de casa temprano, viene a comer corre y corre (a veces ni eso) y se va de nuevo para no regresar hasta la noche. Papá es a quien esperamos despiertos para poder contarle eso que nos ocurrió y nos tiene tan emocionados. Y también es el que olvida lo cansado que viene cuando nos colgamos de su cuello y le plantamos un beso en la mejilla. 

Y aunque entonces no lo sepamos Papá es quien se desvela haciendo cuentas, sumando y restando mentalmente, tratando de encontrar la fórmula mágica para agregarle unas cuantas horas al día a fin de producir todo el dinero necesario para que nada nos falte o por lo menos para poder pasar un poco más de tiempo con sus hijos. 

Papá es ese hombre que trabaja sin descanso, concentrándose en su labor, aparentemente olvidado de nosotros, pero siempre teniéndonos en el corazón, como su más grande motivación y su motor, parece no estar, pero vela y cuida esmeradamente de nosotros. 

A papá no le hacemos festival en la escuela y cuando se lo hacemos repetimos las danzas que nos aprendimos para mamá…a papá no le agradecemos cuando nos sirven la sopa, ni cuando nos ponemos la camisa recién planchada, papá muchas veces no está para ponernos un curita y abrazarnos cuando nos herimos y el llanto nos ahoga, tampoco es quien borra nuestros garabatos del cuaderno para que los volvamos a hacer…no…Papá es quien debe salir a pesar del calor o el frío para que en la mesa pueda haber sopa, se pague la luz que permite que nuestra ropa se planche, veamos las caricaturas y encendamos la computadora. Papá muchas veces llega tan tarde que nos encuentra dormidos, nos mira y suspira al ver el curita en el codo o la sombra de las lágrimas sobre nuestras mejillas, trata de imaginar que penas nos afligen y se lamenta por no estar más tiempo a nuestro lado, y allí está él, en silencio, porque le tocó ser el fuerte, porque aunque nos ame con la misma ternura que mamá tiene muy pocas oportunidades para demostrarlo y nos lleva a la cama dormidos, nos da un beso en la frente del que no nos damos cuenta y bendice a la vida por tenernos.
Papá es quien usa su día de descanso para jugar al futbol con nosotros, manejar para llevarnos de paseo, o sostenernos la bicicleta mientras aprendemos a andar solos, es quien la suelta en silencio y nos deja ir libres sintiéndose orgulloso y feliz de cada uno de nuestros logros. Papá se queda callado esbozando una sonrisa… y pasa el tiempo, llegan los años de las ilusiones y desilusiones, de los noviazgos, de las primeras decisiones y las primeras rupturas. Papá nos mira, sabe que la vida nos está reclamando, que el tiempo se le ha ido trabajando para nosotros, para que nos volvamos grandes, para que estemos bien, y se alegra, se llena de orgullo de vernos crecidos. A veces, mueve la cabeza sabiendo que nos estamos equivocando…y se queda cerca para poder ayudarnos cuando nos demos cuenta, cuando tropecemos, listo para sostenernos. Nos deja hacer, porque sabe que tenemos que aprender. 

Papá es ese que temblando nos lleva del brazo cuando cruzamos la iglesia vestidas de blanco. El que nos arregla la corbata y nos palmea el hombro cuando vamos a nuestra graduación. Se va haciendo viejo, callado, su luz maravillosa parece pequeña al lado de la luz de nuestra madre, y sin embargo es la luz que todo lo ilumina. Con papá dialogamos con la mirada. 

Papá es ese que aguanta las lágrimas cuando nos mira, porque la ternura la ha llevado siempre en el corazón. En sus manos afanosas, en su incansable hacer nos ha amado silenciosamente, siempre me he preguntado ¿porque al trabajar Papá cumple con una obligación y al cuidarnos mamá cumple con un amor abnegado? ¿No es acaso tan abnegado un afán como el otro? 

Los roles van cambiando en nuestro día a día y cada vez más mujeres tienen que trabajar ya sea para colaborar económicamente o porque son jefas de familia, la labor de la mujer se ve entonces doblemente aplaudida y admirada. Las que hemos tenido que trabajar para solventar los gastos de un hogar podemos comprender los interminables afanes de nuestros padres y de todos los buenos padres del mundo. Un afán y un quehacer amorosamente silencioso, muchas veces incomprendido. 

¿Quién es Papá? Papá es ese que deja la vida suspendida mientras trabaja, para que nosotros podamos vivirla y disfrutarla. Papá es ése ser maravilloso, entregado e insustituible que nos marca el camino con su ejemplo y nos demuestra día con día que nos ama…aunque muchas veces parezca que no nos damos cuenta…que no sea así, quiérelo mucho, agradécele siempre y abrázalo muy fuerte hoy y cada día de su vida.
Feliz día del Padre a todos los papás y a mi padre desde aquí: Gracias Papá. Te amo.

Publicado en Diario Mujer del Diario de Colima el día 16 de junio de 2011

El amor es un deseperado

El amor es un desesperado,
es un ansia colgando del péndulo del viento,
es un pozo sin fondo en un campo despoblado,
es  laberinto y es letra y palabra mojada.
El amor es marisma que suda bochornosa,
arroz y trigo,  paja y yerbajos,
es la semilla, y es el vientre, y es nido y huevo,
y el sol eclosionando negrísimo en sus ojos.
El amor es un tigre enjaulado,
tigresa en brama que ruge lastimeramente.
El amor es cópula de alientos y suspiros
pieles que se transforman en  risas y gemidos.
El amor tiene forma y cuerpo, es todo y es nada.
El amor un poseso, un ratero mentecato,
se queda con tus versos, con tu sueño y tu cama
se vuelve olor y plasma, sudor y verborrea.
Se queda todos suyos los tonos de los parques,
les cambia el nombre,les pone dedos,
los torna tentaciones, pecados,  pecadores.
El amor es un desesperado.
quiere poderlo todo, hacerlo, eximirlo todo,
pero no puede, ni hace, ni me perdona nada.
El amor viene basto, colado,  glotón y harto
se derrama de orilla a orilla de mi cama,
me clava lentamente sus garras,
onza, tigre cebado, ala negra y zopilote.
El amor es un entrometido de puntitas,
desbaratando terco la noche y sus silencios,
para poner el reino de tu nombre,
sobre mis sábanas decoloradas,
y sobre mi cabeza y en  cada pelo y gana.
Tu nombre de tortura y de gloria concentrada.
El amor es un verbo, un sentimiento hecho esfera
un papel arrugado, mula y emberrinchado
en el fondo del cesto de mi propia ansiedad.


Publicado en el suplemento Ágora de Diario de Colima el día 13 de junio

HABLEMOS DE LAS GORDITAS

Buen día a todas y todos, antes que nada quiero agradecer sus mensajes y comentarios, es un placer estar en comunicación con los lectores. Hoy quise traer a estas páginas un tema de interés general y suma importancia: el del sobrepeso. 

Caminando por la calle Madero observé que en muchas boutiques y tiendas de ropa se está popularizando poner en exhibición  maniquíes de tallas grandes, pude ver incluso uno de éstos maniquíes sin “vestir” y observé que tienen hasta “llantitas”, mi primera impresión fue de gusto, “ya están pensando también en las mujeres de tallas extras” me dije, pero estas cavilaciones me llevaron al otro lado de la moneda. 

Me parece extraordinario el poder cambiar viejos estándares y modas fijadas por revistas, pasarelas y artistas, enfocadas desde hace más de 50 años a  privilegiar a las mujeres (y hombres) esbeltos, hasta el extremo de causar trastornos como la anorexia, no solo entre el público que trata de seguir esos cánones de belleza, sino también entre las mismas modelos y artistas que con tal de estar vigentes se han sometidos a dietas mortales, literalmente. 

Más o menos desde finales de los años sesentas el ideal de la figura femenina comenzó a cambiar, se comenzaron a ver modelos y actrices cada vez más delgadas, con pocas curvas, las minifaldas, los pantalones y los bikinis exigían tener una figura perfecta, en la televisión se popularizaron los programas de gimnasia, los consejos de dietas y ejercicios para verse “mejor”, todo esto conforme las décadas pasaron se incrementó, el clímax del problema fue el escándalo cuando en las pasarelas se comenzó a ver a chicas enfermas, pálidas, literalmente “en los huesos”, una serie de reportajes sacaron a la luz la vida de esas modelos , sus dietas y obsesiones por no subir ni un gramo, sus enfermedades, su tragedia. Todo esto  simultaneo al aumento en casos de anorexia nerviosa, este trastorno alimentario en el cual los afectados (la gran mayoría mujeres y adolescentes) sienten gran ansiedad ante la ingestión de alimentos, tienen una visión distorsionada de su cuerpo y llegan incluso a provocarse la muerte por los trastornos metabólicos que la falta de alimentos les ocasiona.  

Pero mucho antes de llegar al extremo que esta enfermedad representa, hay una enorme cantidad de mujeres y hombres que sufren todos los días por el sobrepeso, Ya que la obesidad representa un estigma social, puede sonarnos exagerado, pero ellas y ellos tienen problemas para encontrar empleo, pareja, ropa, actividades sociales y/o deportivas,  con el costo psicológico individual que esto acarrea ( disminución de autoimagen y autoeficacia, aumento de la ansiedad, disminución de la calidad de relaciones interpersonales y trastornos de ansiedad, depresión, conductas adictivas , y algunos finalmente desarrollan síntomas bulímicos y/o anoréxicos) respecto a la cuestión social, pocos trastornos son tan visibles a los demás como la obesidad, ni generan tanta ridiculización de sus víctimas y condena de parte de los demás. Los obesos típicamente responden con vergüenza, pena y culpa. 

A todo esto se suman los factores de salud y económicos, millones de pesos son gastados cada año para tratar de bajar de peso, productos mágicos, cremas adelgazantes, píldoras, bebidas, inyecciones, muchas de ellas de dudosa procedencia y con esa leyenda en letras pequeñas que reza “ el consumo de este producto es bajo la responsabilidad de quien lo usa y quien lo recomienda” que nos indica que alguien se está lavando las manos y curando en salud por daños que pudiera ocasionar ese producto y que generalmente si ocasiona. En cuanto a la salud, las personas con sobrepeso son más propensas a sufrir problemas cardiacos, cáncer, osteoartritis, cálculos biliares, diabetes, apnea del sueño, derrames cerebrales, coágulos de sangre e incontinencia entre otros. Los institutos de salud gastan millones de pesos cada año para tratar estas enfermedades derivadas de la obesidad y es ahora cuando surgen los programas para combatirla, con acciones como la prohibición de alimentos chatarra en escuelas, grupos de ejercicio, programas de control de peso y otras.

Pero queda, me parece, pendiente un asunto, ya entendemos que el sobrepeso es dañino para la salud, que nos produce serios trastornos físicos y psicológicos y problemas de índole personal y social. Vuelvo mis pasos a la avenida Madero, a esos maniquíes para exhibir ropa de tallas extras y me pregunto… ¿y el aspecto humano? Queda pendiente volvernos más tolerantes, aceptar a las personas y más aún aprender a verlas y valorarlas por sus cualidades más que por su apariencia. Queda pendiente apoyarlos en su necesidad de bajar de peso, sin presiones, sin humillaciones, sin burlas… nos queda pendiente enseñarle a nuestros hijos a no burlarse de sus compañeros, y evitar nosotros mismas comentarios como ”la gorda de la esquina”,  nos queda pendiente crecer como personas para comprender que las gorditas y los gorditos sienten y que necesitan de nuestro afecto para aceptarse y luchar contra su sobrepeso, por salud más que por presión social, nos queda pendiente entender que la  auto estima no debe, no debería –no debe- depender de  perder peso, sino que debemos ayudarles a aumentar su autoestima siempre, a valorar su muchas cualidades, porque el verdadero valor de una persona está en su mente y su corazón, no en su figura.


publicado en Diario Mujer de Diario Colima el 1 de junio de 2011

Crónica del robo del Perico

Corría el año 1912, tan aprisa como les había dado por correr a aquellos años de la Revolución, con sus revueltas, sus alzados con calzones de manta y sus pelones federales por todas partes, disparando y saqueando haciendas, ranchos, pueblos y hasta caseríos, tragándose todos los comestibles que encontraban y hasta lo no comestible y abusando de las muchachas y de las no tan muchachas también, para susto o gusto de las abusadas…según se mire.

Muchas familias habían decidido dejar el campo y refugiarse en las ciudades cambiando su vida campirana por el trajín de la ciudad, donde la honra de las muchachas quedaba a buen resguardo de los revoltosos y a la mano de sus patrones y de enamorados malandrines de barrio.
 Así fue como la Tía Paula, y su marido Don Miguel Rivera ambos maestros rurales,  junto con sus hijos Miguel, Roque, Mario y Estela habían ido a parar a una vecindad en la calle Pino Suárez de la colonia Juárez en aquella, entonces hermosa y porfiriana Ciudad de México. 

En ésos años un maestro rural lo era por verdadera vocación, sus salarios eran mínimos y los recibían de manera absoluta y religiosamente… irregular. Pero Paula Tercero y Miguel Rivera estaban orgullosos de lo impartido en el aula y estiraban los mengües salarios para que alcanzaran a vestir a su familia, que aparte de los cuatro muchachos incluía un loro huasteco que había resultado un excelente pupilo de los profesores y hablaba con bastante y dicharachera alegría desde que el sol salía y hasta que se apagaba la última lámpara.

La vecindad era un hermoso edificio colonial, de tres patios y bellas herrerías, que albergaba entre sus muros de piedra, sus techos de bovedilla y sus pisos de duelas apolilladas un surtido rico proveniente de todas partes del país. Estaba el portero que era un Michoacano güero y fornido, de tez encendida y ojos azules, los chundos que provenían de los rumbos de Toluca y hablaban en su lengua otomí, varias viviendas estaban ocupadas por personas de Guerrero y hasta un sinaloense gritón y malhablado habitaban en los cuartos que rodeaban los espaciosos patios. Pero eso sí, todos eran gente decente, pobres pero honrados. Porque el pobre sólo eso puede guardar, el honra.

Pero volviendo al personaje central de la historia acontecida y que me dispongo a relatarles, este es o más bien era, el loro de la tía Paulita, el tiempo nos ha hecho perder el nombre de tan verde y simpático parlanchín, pero lo llamaremos Pepe. Bien, pues resulta que toda la familia se había dado a la tarea de enseñar el correcto castellano a Pepe, de modo que abundante y correcto era su lenguaje, es decir, éste no era un perico malhablado como había y hay tantos, sino un perico muy cortés y bien educado.

Mal estaba la situación para tanto migrante, en una ciudad convulsionada, donde muchos ricos habían comenzado a irse al extranjero en espera de que terminaran las revueltas y con la esperanza de que el gobierno pusiera orden y ellos pudieran seguir disfrutando de sus privilegios y su vida afrancesada mientras los salarios para los pobres apenas alcanzaban para mal comer y medio vestir. De manera que no es de asombrar la existencia de muchos raterillos de poca monta, miserables y malvivientes que se aprovechaban de cualquier descuido para hacer de las suyas, hacer suyo lo ajeno y apropiarse de las propiedades de otros de manera por demás impropia.

Uno de ésos días que corrían veloces por Paseo de la Reforma y llegaban a sentarse, ya cansados y sin ánimo en alguna silla desvencijada de aquellas barriadas, un par de raterillos con mala suerte se aventuró por la vecindad donde vivían afanosamente la ya mencionada Tía Paulita, su marido y prole. Y aprovechando que no se encontraba nadie en la humilde vivienda, penetraron para buscar, rebuscar, esculcar y trasculcar en los muebles, los cajones y bajo los colchones. Y sucedió entonces que nuestro verde conocido, Pepe, comenzó a gritar con su pico corvo y su acento periquesco “Roque, ratero, Roque, ratero” a lo que los raterillos, sorprendidos y temerosos de que los descubrieran, pusieron un trapo sobre la jaula y al ver que el perico no se callaba, tuvieron la nada brillante idea (más les hubiera valido poner pies en polvorosa que vérselas con la voz de Pepe)de llevarlo consigo. Pero Pepe no se iba a dar por vencido, porqué aparte de todo ahora era secuestrado por los bandidos y siguió gritando “Roque, ratero, Roque, ratero”, atrayendo la atención de un honorable cuico que en ésos momentos recorría el barrio a pie y con su buena cachiporra al cinto.

Sorprendidos con las manos en el perico, los cacos se pusieron nerviosos y comenzaron a titubear, mientras el emplumado seguía pidiendo ayuda a su manera, con su cantaleta (pueden repetirlo conmigo) “Roque ratero”. Mientras eran interrogados y ellos juraban y perjuraban que uno de ellos era Roque y el loro era suyo, llegó el verdadero Roque, quien reconoció a Pepe y dijo (como era de esperarse) ser Roque y dueño del animal, por lo que el policía, viéndoselas con dos Roques, un no identificado y un plumífero chivato perteneciente a un Roque, aunque sin saberse a cuál de los dos y antes de hacerse más pelotas al igual que ustedes y yo, no tuvo más remedio que llevar a todos a la comisaria.

Hasta allá llegó la Tía Paula, tras ser avisada por las vecinas, quien se identificó, confirmó que su hijo era Roque y que el loro era suyo, y así fue como dos ladronzuelos fueron puestos a la sombra por tener la mala pata de ponerse a las patadas, o mejor dicho a las habladas con un loro huasteco, aplicado pupilo de dos honrados maestros rurales y desde luego de Roque, que por cierto era mi tío.

publicado en Suplemento Ágora de Diario de Colima el día 29 de mayo de 2011