sábado, 18 de junio de 2011

Navidad...tiempo de Dar


NAVIDAD..TIEMPO DE DAR

  Las más grandes lecciones de amor no siempre vienen de los maestros, de los grandes líderes o de los religiosos que las predican. Estoy convencida de que  si abres tu corazón y tu mente encontrarás las grandes lecciones en todas partes y sobre todo en las cosas más pequeñas y en los niños. Cuando llega la Navidad se habla de amor, entrega, generosidad, familia,  regalos etc. Se nos invita a recordar el motivo de ésta festividad y el sentido que tuvo su humilde nacimiento, pocos de nosotros sin embargo seremos capaces del amor incondicional que el nacimiento de Jesús representa y de su gran lección de generosidad.
La historia que quiero contarles aconteció allá por el año 2000, en aquel entonces mi hijo menor contaba con 5 añitos y vivíamos en Querétaro, se acercaba ya la Navidad y el centro de San Juan del Río estaba adornado con luces multicolores, en las ventanas se podían ver adornos alusivos, nacimientos y árboles cargados de esferas. En los escaparates de las tiendas y hasta en las banquetas se exhibían novedosos juguetes en sus flamantes cajas. Muy cerca de la Parroquia de San Juan Bautista se instalan en ésas fechas humildes indígenas Ñañhus u otomíes provenientes de la sierra de Querétaro y de las comunidades cercanas del Estado de México, venden heno,  ataditos de ocote, piñitas de pino, musgo y algunas yerbas más. Una de éstas personas no vendía nada, sentada en el suelo levantaba un vaso de plástico en espera de una caridad, muy cerca de la mujer un niño de aproximadamente la misma edad que mi hijo, pero de talla muy inferior, con las mejillas enrojecidas y partidas por el frío, (-7 grados por la madrugada) las manos resecas, el pelito sin brillo, cubierto con un delgado suetercito que no podía disimular los agujeros aquí y allá, un pantalón gastado en las rodillas y muy grande para el chiquito hacían que se viera aún más pequeño de lo que era, calzaban sus pies unos zapatitos de plástico. Con el corazón encogido, deposité una moneda en su manita y avancé un paso, en ése momento mi hijo se soltó de mi mano y se volvió hacia el pequeño, ante mi mirada asombrada se desabrochó la chamarra y se la ofreció con una gran sonrisa, mis ojos se llenaron de lágrimas, me quité mi propio suéter para cubrir a mi hijo del frío, mientras el niño se ponía titubeando la chamarra con los ojos encendidos de emoción, los tres nos alejamos en silencio, los niños sonriendo, yo con los ojos cuajados de lágrimas.
 Me pregunto ¿Es tan difícil dar? ¿De verdad no tenemos nada que compartir? ¿De qué tamaño debe ser la generosidad?
Te invito a pensar en tu ser más querido y luego imaginarlo en una oscura y húmeda cueva, apenas cubierto con un trozo de tela, imagina que huele a estiércol y que no tiene otro lugar en donde estar, que todo el mundo le ha cerrado las puertas y está desvalido, ahora piensa que eres tú quien decide que esté en ésas circunstancias…¿lo harías? yo no, no  pondría a ninguno de mis hijos en ésa situación, pero Dios puso allí a su amado hijo para enseñarnos una gran lección, la del amor absoluto y la generosidad total.
Que ésta Navidad esté llena de amor y paz, que en tu casa y en tu mesa nada falte y que Dios toque a tu corazón para que puedas compartir con aquellos que menos tienen. Nunca se es tan pobre que no se pueda dar. ¡Feliz Navidad!

Publicado en el Diario de Colima el 22 de diciembre de 2010

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