Algunos cuentos comienzan con “erase una vez “, otros con “en un lejano reino” y otros más comienzan contando que “Había una vez…” pero éste cuento no comenzará de ninguna de ésas maneras, porque éste es el cuento de un niño muy especial, un niño tan especial como tú y como cada uno, pero al mismo tiempo , un niño como nunca antes se había visto, así que este cuento comenzará con un pedazo de tela en una gran ciudad…
Sobre una gran avenida, en un edifico gris, había un taller de costura, tenía varias filas de máquinas de coser, al fondo se encontraba una mesa de corte y es sobre su superficie donde comienza nuestra historia, hasta allí Juan trajo un gran rollo de tela de colores brillantes y lo extendió sobre la mesa, luego la dobló hasta que tuvo muchas capas encimadas, después puso un molde de papel encima y con un cuchillo especial la cortó para obtener muchos pedazos iguales, entonces Pedro le llevó los trozos de tela a las costureras que ya esperaban frente a las máquinas de coser, a una de ésas máquinas llegaron dos trozos especialmente coloridos. María la costurera, los vio y se imaginó a un niño con una gran sonrisa, con ése alegre pensamiento los cosió, de allí la tela pasó a otro piso. Pepe la rellenó con algodón, así parecía una pequeña almohada, la acomodó en un carrito que llevaron al segundo piso. Roque le puso un palo en la parte de abajo, después Virginia, una viejita que usaba unos lentes tan gruesos que parecían lupas, con mucha calma y mayor paciencia cosió listones, cordeles, unas orejitas de dos colores, crines de estambre y por último unos grandes botones en lugar de ojos, solo que… en parte porque Virginia ya no veía bien y en parte porque ya no había muchos botones, cosió un botón de cada color.
Así fue como aquel pedacito de tela se convirtió en mí: una mulita de juguete. Claro que cuando Virginia me cosió aquellos ojos y pude ver por fin todo lo que me rodeaba aún no sabía las grandes aventuras que me esperaban.
Éramos muchas mulitas de colores, terminadas y llenas de color, nos pusieron una bolsa de plástico sobre la cabeza y nos subieron juntas y apretadas en un camión, allí estaba oscuro y cada vez hacía más calor, Jorge el encargado de hacer los envíos se dio cuenta de mis ojos diferentes y me bajó, uh ya no haría el viaje. El camión estaba lleno y listo para partir, solo faltaba una mulita para completar el cargamento, así que, no muy convencido que digamos, me tomó en las manos y moviendo la cabeza dijo: ¡ay Doña Virginia, cada día ve menos que un topo con lentes oscuros!- Y encogiéndose de hombros me metió de cabeza detrás de la puerta del camión… siii pensé lleno de alegría y así comenzaron mis aventuras.
Tuve suerte, porque uno de mis ojos quedó justo frente a un agujero de la puerta y desde allí pude ver todo lo que íbamos pasando, primero calles y más calles, después aparecieron campos, a lo lejos las montañas, dentro del camión hacía cada vez más calor y las demás mulitas comenzaron a protestar y a pelear unas con otras,
-¡hazte para allá!-decía una
-¡pues hazte para allá tú!-le contestaba la otra
-¡háganse las dos a un lado, que me están enterrando un ojo en la oreja!- decía una más.
Y así todas comenzaron a enojarse, ¡uff, que lío se estaba armando allí dentro! entonces se me ocurrió contarles lo que iba viendo, para que no se aburrieran y se olvidaran del calor, ¡eso funciono muy bien!
–allá a lo lejos veo un pueblito y una pequeña torre de iglesia, junto al camino va pasando un grupo de niños que regresan de la escuela, ¡allá se ve un volcán con una gran nube sobre él!- las demás mulitas decían:
-¡Oh!- -¡Caramba!- -¡Maravilloso!- -¡¿Que más, que más?!-
Y así fueron pasando las horas, hasta que vi de pronto una inmensidad azul que se extendía a lo largo del camino, blancas garzas volaban sobre el agua, del otro lado del camino grandes extensiones sembradas de plátano y limoneros hacían de aquel paisaje lo más hermoso que mis ojos de botón hubieran visto, las otras mulitas no paraban de preguntar:
- ¿Qué ves ahora? ¿Qué estamos pasando?-
El camión tomó otro camino y pude ver por vez primera el mar, las olas reventaban sobre la oscura arena de la playa que brillaba como oro, por último entramos a una población y el camión se detuvo.
Cuando abrieron el mercado nos pusieron en una caja, desde allí veía pasar a las señoras con sus niños de la mano, los pequeños nos veían llenos de alegría y curiosidad, algunos me tocaban, me jalaban las riendas, me picaban los ojos, sus sonrisas me hacían sentir muy feliz, a veces me sacaban de la caja y me daban vueltas, pero cada vez me regresaban y se llevaban otra mulita.
-¡uh! ¡Trae los ojos disparejos!-decían
-mh no, mejor escoge uno que tenga los ojitos iguales- aconsejaban los papás.
Pero un día en que el sol brillaba a través de las ventanas del mercado, una joven señora se acercó al puesto y comenzó a revisar las mulitas, yo me estiré todo lo que pude sobre mi palo y puse la mirada más tierna, la señora nos examinó con mucho cuidado a todas, entonces me giró en sus manos y se dio cuenta de mis ojos,
-¡que gracioso!- dijo- tiene los ojitos diferentes-
¡Y entonces me sacó de la caja y me llevó con ella!
Por más que me esforzaba y trataba de hacerme una idea mirando las caritas de los niños que veía en el camino, no podía imaginar cómo sería mi dueño, pero cuando por fin nos vimos nos quisimos de inmediato. Antonio, mi niño, al que de cariño le decían Toño, tenía unos hermosos ojos oscuros bordeados de espesas y largas pestañas negras, su tez era morena y sonreía con una hilera de dientes pequeños y blanquísimos, supe desde el primer día que era un niño muy especial, con una gran imaginación y una dulzura que parecía llenar todos los espacios donde se encontraba.
Nos entendimos de maravilla, salíamos a galopar por la calle, siempre teniendo mucho cuidado y sin ir muy lejos, mis crines de estambre y el cabello rebelde de Antonio se agitaban con el viento que provenía del mar, él me enseñaba lo que veíamos al pasear, grandes llanuras, desiertos llenos de terribles enemigos, ríos y montañas sin fin pasaban bajo sus pies mientras galopábamos por la calle, yo me convertía en un gran corcel y él en un héroe fantástico.
Éramos grandes amigos. Una clara noche de febrero, escuché que Toño despertaba, todos dormían en casa, también el perro y el perico roncaban a pierna suelta, o mejor dicho a pata suelta, Toño se levantó y se acercó a donde yo descansaba.
-¿oíste eso?- me preguntó, yo no escuchaba más que los ronquidos de los que dormían, pero dije que sí
-vamos- dijo en voz baja
Salimos al patio sin hacer ruido
-por allí está- me susurró Toño, yo afirmé por la cabeza, pero la verdad es que no sabía de qué hablaba, y entonces… ¡algo se movió entre las cubetas!..
-¡un dragón!- dijo, rápidamente se montó en mí, que ése día fui más alto, mas blanco y más fuerte que ningún caballo que haya existido sobre la tierra, en cuanto a Toño, jamás ha habido caballero más fornido o valiente en éste ni en ningún otro mundo. Con la mano derecha cogió una escoba que se convirtió en una espada brillante y poderosa, y nos lanzamos valientemente en la oscuridad y el peligro de la noche, yo galopaba a gran velocidad hacia las cubetas, que se habían convertido en torres de una antigua fortaleza, una luna llena nos iluminaba, decididos a combatir al fiero dragón. Toño desmontó, con sigiloso paso avanzó entre las torres esgrimiendo la espada, de pronto lo vio, era un alacrán diminuto que en seguida se convirtió en un fiero dragón, con gran decisión adelantó la espada, una, dos, tres veces, el dragón retrocedía, huía espantado entre las torres ante el osado caballero, rodeando una torre Toño lo alcanzó por sorpresa, ¡zaz, zaz y zaz! El dragón quedó apachurrado entre las cubetas, quiero decir las torres. Orgulloso y vencedor montó de nuevo en su brioso corcel y regresamos a nuestro reino con la victoria.
Pero eso no es todo, pues unos días después, cuando andábamos un poco aburridos cerca del puente, Antonio vio una pequeña tortuga que patas arriba trataba de ponerse al derecho…
-¡rápido!- dijo con decisión, mientras se ponía el casco de su armadura- ésa criatura está en peligro- relinché y me paré en dos patas mientras el joven héroe bajaba por un costado de la ribera en auxilio de la pobre criatura, pero en ése momento otro niño bajó por el lado opuesto, en seguida se convirtió en un hechicero malvado que quería a la tortuga para realizar un cruel experimento, Antonio sin dudar ni un instante lo alcanzó y con voz sonora le advirtió que la soltara, pero el hechicero con una carcajada espantosa le contesto
–¡Jamás!- valiente como era, Toño se enfrentó al hechicero, que al ver su fuerza y decisión huyó dejando en libertad a la hermosa criatura, que, no muy veloz que digamos, se puso en cuatro patas y se alejó entre los pastos de la orilla del canal sin dar las gracias, ¡algunas criaturas son un poco malagradecidas con sus héroes!
De todas maneras Toño y yo nos quedamos contemplando las libélulas azules que volaban sobre la superficie del agua y que tanto le gustaban, después nos fuimos trotando a casa, porque con la aventura nos dio hambre y seguramente su mamá había preparado una rica comida.
Aventuras vivimos muchas, pero hubo una noche grandiosa en que viajamos más allá de donde nadie conoce. El cielo estaba despejado y muchos grillos cantaban sin parar, Toño se estaba preguntando sobre la resistencia de ésos animalitos para cantar toda la noche y la suya para soportarlos, cuando en la ventana apareció una sombra desconocida, yo escuché claramente que ésa sombra dijo “miaauuu” pero Toño, que sabía más que yo, dijo que se trataba de una criatura del espacio exterior que estaba allí protestando por la cantidad de cuetes y luces artificiales que habíamos lanzado en la fiesta de la iglesia y amenazaba con hacer una gran reunión extraterrestre para convocar a todos los seres intergalácticos a venir a la tierra y llevarse absolutamente todos los cuetes, cebollitas, cohetones y luces de bengala a un planeta desconocido en una galaxia lejana.
-Tendremos que ir al espacio a hablar con el presidente de las galaxias unidas-dijo muy serio-¡Esto es cuestión de justicia y “remocracia”!- mmmh…”remocracia”…me quedé pensando...
-Seguro que sí…pero… ¿cómo irá un hermoso corcel como yo al espacio exterior?-por supuesto que Toño lo sabía, tomó una gran bolsa de plástico y me metió en ella.
- listo, ya tienes un traje súper espacial- me dijo… me quedé un poco preocupado porque parte del palo no cupo, pero bueno, seguro que sabía lo que hacía, entonces Antonio me montó y con una propulsión a chorro que yo no sabía que tenía, salimos volando. Las nubes pasaron junto a nosotros como blancos borreguitos y prontos las dejamos atrás. Después pasamos junto a la estrella de la mañana, que es más hermosa de cerca que cuando la ves desde la tierra, esto pasa porque viéndola aún no estaba desvelada y ojerosa. La luna estaba dormida cuando pasamos cerca, por cierto que el lado iluminado es de queso pero el lado oscuro es ¡de mazapán! Lástima que con los trajes súper espaciales no pudimos darle ni una mordida. Seguimos viajando y dejando atrás planetas, galaxias, constelaciones y agujeros negros que amenazaban con tragarnos. Así llegamos a un planeta tan alejado de la tierra que ninguna persona lo ha visto jamás. Mil guardias con armaduras blancas y azules nos recibieron y cerraron el paso.
Antonio les dijo -Vengo en paz y pacíficamente tranquilo por las buenas. Quiero hablar con el presidente de todas las galaxias unidas- y nos dejaron pasar ¡que orgulloso me sentí al verlo así!
El presidente por supuesto que escuchó su gran discurso sobre “remocracia” y le aseguró que siempre y cuando los cuetes que se usaban en las fiestas y las ferias no llegaran más allá de la luna, ninguna criatura de las galaxias unidas iría a robarlos y le confesó que desde su planeta las luces artificiales se ven muy bonitas. El presidente de todas las galaxias le puso a Toño una estrellita azul en la frente y a mí una amarilla y todos los guardias nos hicieron una valla de honor cuando iniciamos el camino de regreso. Por cierto que de regreso, en la constelación de piscis, Toño hizo una corta parada para admirar los pececitos de colores antes de continuar hasta la tierra. Gracias a eso en las fiestas aún se puede jugar con cuetes y luces artificiales.
¡Era fantástico! Toño y yo éramos como BatmanyRobin, como heladodelimón, como aguadesandía como caféconleche…
Por supuesto que hubo muchísimas aventuras más, y cada día nos parecía mejor que el anterior mientras galopábamos con la imaginación, rodeados de palmeras y acariciados por la brisa del mar.
Un día, cuando caminábamos juntos a la orilla del mar, una ola verde se alzó iluminada por los últimos rayos del sol, en ése instante mi niño y yo nos miramos y pude ver cuánto había crecido, mientras que él seguramente miró mi tela un poco desgastada por tantas aventuras y con la magia que nos unía soltó mi rienda y pude sentir como el palo sobre el cual había galopado tantas veces se convertía en cuatro robustas patas y un cuerpo de mil colores, del último rayo de sol surgió un camino hacia el cielo. Toño, mi niño, me miró y sonriendo me indicó que galopara por él y por allí me fuí galopando hacia el cielo.
Y bueno, Antonio creció y siguió imaginando cosas maravillosas, buscando nuevas y grandiosas hazañas que emprender que lo llevaron por muchas partes del mundo tras sus sueños. En cuanto a mí… de alguna manera siempre estoy con él, acompañándolo en muchos dulces momentos y en sus recuerdos, y algunas veces el niño que vive dentro de él aún monta su mulita de trapo y juntos cabalgamos por tierras que nadie más podría imaginar.
publicado en Diario Mujer del Diario de colima los días 13, 20, 27 de abril y 4 de mayo :)
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